Como cambian las cosas... Si uno hace un poco de memoria, recuerda los momentos de mayor convulsión social en Bolivia (durante la presidencia de Evo Morales) entre los comités cívicos y media luna contra el gobierno nacional; el término nación camba era satanizado y considerado separatista; pero ahora después de la derrota que sufrió la oposición y la falta de ideas, vuelve el susodicho término disfrazado con el slogan: "recuperar lo que es nuestro".
VUELTA DE TUERCA
Me río de la nación camba
Por: Manuel Suárez Ávila
Varios descendientes de kollas, de yugoslavos y de otras etnias muy respetables, han fundado en Santa Cruz, eso que llaman la Nación Camba. Ante ellos, me río. Y por si acaso, esta crítica —uy qué pena—, no la hace un kolla/invasor; la hace un beniano (los Suárez somos como parte del paisaje oriental) harto de la ignorancia ésa y hasta los cojones de quienes convierten lo camba, no sólo en la política del neo/cruceño, sino en una profesión tan provinciana como cursi. Porque detalle aparte: ningún cruceño de cinco generaciones necesita vestirse con ese chauvinismo tan payaso.
Se puede —y últimamente está de moda— tener una identidad comunitaria propia. Unas costumbres, unos usos, una tradición y en suma, una cultura “mía y de mi mamá”. O sea, estupendo que nosotros los benianos, tengamos macheteros; sillas con señoras de luto y abanico en las puertas de nuestras casas; horcones de madera; casonas de tres patios; yucas; estancias con estilos feudales; feos/cuadros de paisajes con caimanes y panteras; y en fin, estupendo que hagamos nuestra vida comunitaria de acuerdo a ciertos rasgos particulares. Hasta aquí, bien. Lo que me parece una estupidez es lo siguiente: primero, el pensar que, por tener unas determinadas costumbres —por ejemplo, comer yuca-—, nos corresponde un gobierno autónomo. Porque “Nación” significa identidad más Poder propio (Ciencia Política/elemental). Y es que, de la yuca al Poder, hay mucha distancia. Segundo, me parece tonto el pensar que, por ser las nuestras unas costumbres diferentes, son costumbres superiores a otras. Y tercero, considero muy EDITADO que estemos instalados en una suerte de blanquitud racista frente a los kollas.
Si tuviéramos que medir la cosa en términos de valores —de conducta ética, de cultura para el desarrollo o de apego al humanismo, por citar algunas virtudes comunitarias—; veríamos que nosotros, los mestizos del oriente, somos, al igual que los mestizos del occidente, unos tipos de medio pelo. Así que no me vengan esos recién llegados a Santa Cruz, a figurar de tradicionales y de luchadores por unos valores superiores y propios.
Y es que para bien, Santa Cruz no es sinónimo de tradición. Es de modernidad y no regional, sino nacional y estatal. Lo de Tradición es cosa para británicos, castellanos o judíos. Y más. Santa Cruz no es un pueblo que pueda reclamar el hundimiento de una supuesta y refinada tradición cultural propia. ¿Cuál es la oligarquía cruceña de finales del XIX y principios del XX? Ninguna. ¿Y cuáles son los apellidos cruceños que marcan desde la abundancia y el buen gusto la época dorada de las oligarquías latinoamericanas? Ninguno, cero/apellidos. Ese era un pueblo, con seguridad, muy honrado y digno, pero pobrísimo... y caballeros, en nuestro continente, si no hubo oligarquía —o algo más afinado que eso—, no hay refinamiento de la tradición cultural. Cultura en el sentido duro: como refinamiento de las artes y las costumbres. O sea, no me cuenten el cuento de una sociedad que añora —ante la invasión kolla—, “su original tradición, tan refinada en valores artísticos, culturales y propios”.
Y por favor. Para la contabilidad de ese refinamiento en la tradición, que aquí le niego a Santa Cruz, no valen ni los caraokes, ni el carnaval.
Santa Cruz, pueblo industrioso, respetable, lleno de emigrantes, noble y bonito: tienes tú, hijos e hijastros que no te comprenden y, así, que te niegan. Perdónalos, pues no saben lo que hacen.
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